El passat 20 d’abril, després de cinc setmanes sense celebrar la seva assemblea de benvinguda setmanal, la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca de Barcelona va començar a fer-ho online i en vaig escriure aquesta crònica, que al seu torn s’ha passat sis setmanes al calaix.
Antes de empezar, Dani está algo preocupado por la posibilidad de hacer una asamblea online. Han optado por Jitsi, que es una plataforma a la que se puede acceder sin necesidad de registro, pero le preocupa que con mucha gente sea un caos, por cosas tan simples como que la gente no silencie sus micros y se haga imposible escuchar.
A las 17:30 la gente empieza a conectarse. «Hay alguien viendo una película», dice una y se ríen por el ruído. Lo que más se repite al principio es el «¿qué tal estás?» con cada nueva incorporación. Coinciden en que hay que dejar unos minutos para que la gente se salude.
Las habituales suelen encontrarse cada semana en las asambleas —y más de una vez, porque también tienen comisiones, acciones o desahucios que parar— y han tardado varias semanas en recuperar este espacio que desde hace once años sólo se para en agosto, cuando paran también los juzgados y por tanto los desahucios. Ahora también están parados los plazos judiciales, y mientras dure el estado de alarma no habrá desahucios, pero sí hay una preocupación creciente.
Las distintas dificultades van asomando entre los saludos. «En el apartamento en qué nos realojaron tenemos una señal de cobertura super débil, así que si pongo la cámara no escucho el audio», dice una activista. También preocupaciones más mundanas. Otra responde al «cómo estás» señalando sus raíces: «con el pelo ya negro». Ríen y coinciden que mejor no hablar de pelos.
Otras cosas no varían tanto en relación a las asambleas habituales: la gran mayoría de asistentes son mujeres. También se ven, en las pequeñas ventanas que abre la pantalla a las casas de cada una, como corren niños y niñas y se suben al regazo de sus madres y abuelas. Cuando se encuentran en el local de la PAH hay menos regazos ocupados porque algunas de las criaturas se pasan la asamblea en el «ChiquiPAH», el espacio que tienen preparado para que se entretengan. También hay peques que se estrenan a distancia en la asamblea: «Primero de todo os quiero presentar a mi bebé, que vino al mundo en medio de todo esto», señala antes de intervenir una madre que está preocupada porque se le acaba la prórroga que le dio el banco y no tiene respuesta.
La asamblea empieza con las cuestiones técnicas. Dani le recuerda a todo el mundo que mantenga los micros apagados y explica cómo pedir turno. Explica que esta asamblea es una prueba para ver cómo seguir trabajando, sobretodo para dar respuestas a las demandas que han ido llegando por mail o teléfono. «Pero la PAH no hemos parado estos días, las comisiones de trabajo siguen a tope y nos hemos centrado en hacer documentos útiles sobre las medidas aprobadas para hacer frente a la Covid, que están en la web», señala.
Sonia es la encargada de explicar qué es la PAH, «un movimiento ciudadano, un grupo de gente que se ha organizado para luchar por el derecho a la vivienda», explica como suele hacerlo en el local que tienen en Hostafrancs. «Empezó con el tema de la crisis hipotecaria, pero hemos visto que el tipo de afectado ha ido cambiando mucho, gente con alquileres, gente que se ha visto abocada a ocupar una vivienda porque las administraciones no daban respuesta… Aquí tratamos todos los casos». En algún momento de la explicación se interrumpe —«para mi esto es un poco nuevo, también, eh…»—, pero anima la gente de la plataforma a seguir luchando y «no bajar la guardia» en este contexto.
A quien se acerca —virtualmente— por primera vez, les cuenta que ella también llegó a la PAH como afectada, y que ahora ya no están solas. Sonia supo de la existencia de la plataforma a través de los medios y se acercó a una de sus asambleas en busca de respuestas. «En el momento en que cruzas el umbral de la puerta… Bueno —se interrumpe—, ahora estamos online es distinto, pero notas un calor humano increíble». También lanza la habitual advertencia, que tienen colgado en la puerta del local al que no pueden ir: «Esto no es una asesoría. Esto no es llegar, soltar el expediente y cualquiera de nosotras lo gestiona. No. Todo el conocimiento que tiene la PAH lo que hace es transmitirlo a las afectadas para hacer que cada una seamos la mejor abogada del mundo».
En la pantalla llena de ventanas indiscretas se ve de todo: algunas caras —en un momento incluso la de un perro— demasiado cerca de la cámara, gente tomando notas sobre cómo utilizar las nuevas medidas aprobadas en materia de vivienda, algunas personas que se mueven por su casa, otras que tienen la cámara fija pero se van moviendo —delante de una, con la que se conectan juntas dos afectada, llegan a haber hasta cuatro personas distintas—, y también una que fuma. «No se puede fumar en la PAH», le escriben en broma por el chat de Jitsi. Por más que estén en sus casas, parece que la gente o disimula o sigue cumpliendo la norma; hasta pasadas dos horas de asamblea no se ve a otra persona con un cigarrillo. Durante casi tres horas, la asistencia oscila entre 30 y 43 personas.
En algunas comisiones de la PAH han dedicado mucho tiempo en las últimas semanas a preparar guías sobre cómo utilizar las nuevas medidas legislativas aprobadas por el gobierno como respuesta a la crisis del coronavirus. «Se ha vendido la moto de que hay una moratoria de desahucios durante seis meses pero no es bien bien así», dice Josep, e insiste varias veces en que todo se explica en más detalle en los documentos que han publicado en la web.
«Lo que se ha aprobado es sólo dirigido a alquileres y sólo para la gente que se entiende que está en situación de vulnerabilidad económica, pero es una nueva situación de vulnerabilidad. Son solo para esa gente que se le han reducido los ingresos a raíz de la situación actual», señala. Sin embargo, también recuerda que los plazos judiciales están parados, así que «quien tiene un desahucio establecido antes de la crisis no tiene que sufrir hasta que se levante el estado de alarma».
La gente, sin embargo, sigue angustiada. La primera intervención es de alguien que se presenta como nueva en la asamblea, pero dice que en realidad conoce la PAH desde hace tiempo y en 2015 ya había estado en su anterior local. «He ido muy poco pero he ido siguiendo y apoyando, sobretodo siguiendo los documentos de la web», señala. Pensaba ir al banco, porque está negociando soluciones para su casa, pero cuando se enteró de la asamblea virtual decidió que era mejor acudir y que la visita al banco podía esperar. La dinámica es la habitual: después de que ella exponga su caso, personas que han salido de situaciones similares a la suya le cuentan cómo lo hicieron o cómo lo podría hacer.
El siguiente también es reincidente: «Yo estuve con vosotros en los inicios, gracias a la PAH conseguí la dación en pago, y hoy quería preguntaros por el tema del alquiler». Otra está preocupada porque sigue en su piso después de que se le haya acabado el contrato de alquiler, pero antes del estado de alarma ya se dictó una sentencia en su contra, a la que ha recurrido. En su caso de nada le sirven las medidas aprobadas por la crisis de la covid, pero tampoco tendrá una fecha de desahucio mientras no se reanuden los plazos judiciales. «Y recuerda, y eso vale para toda la asamblea, que además de las medidas por la covid tenéis la ley 24/2015, que obliga a grandes propietarios a realojar a familias ante un desahucio», apunta Josep en referencia a la ley que el Parlament aprobó a propuesta de la PAH.
Una intervención, en tono angustiado, se ve interrumpida por otra voz. «¡Dile hola a Santi!». Se hace el silencio hasta que alguien interviene: «Estamos en asamblea…». «Perdona, Dani, que ha apretado el niño», se disculpa antes de volver a silenciar el teléfono. De vez en cuando se van colando ruidos de fondo —nada como lo que podía temer Dani—, pero la asamblea sigue su curso.
Un afectado interviene porque no tiene respuestas satisfactorias de su banco y no sabe qué hacer. Otra porque le dieron un plazo de tres meses para salir del piso de una entidad bancaria que se vio obligada a ocupar, y ahora a falta de un mes no tiene respuestas. «¿Si no me contestan qué hago?», pregunta. «Lo que decimos siempre en la PAH, antes de que te digan que sí te van a decir mil no’s. Tienes que decir que quieres la dación en pago y un alquiler social, y decirles que no te vas a rendir, que estás con la PAH y que si hace falta vas a salir en medios diciendo la mierda de hipoteca que te han hecho», le responde Sonia al primero, aunque vale para los dos casos. A la segunda Lucía le repite: «Seguir insistiendo. En otro momento lo que hubiéramos hecho es ocupar las oficinas de CaixaBank y ahora tenemos que pensar cómo hacemos esto a distancia… Tenemos que darle a la cabecita nuevas maneras para seguir metiendo presión a los bancos y a los fondos de inversión».
Otra persona que participa por primera vez cuenta que preveía empezar un trabajo que se ha visto parado por la crisis de la covid, así que no tiene ingresos para pagar el alquiler pero no cumple los requisitos de las nuevas medidas del gobierno porque tampoco tenía ingresos antes de la declaración del estado de alarma. A su pareja, que sí ingresaba, se le han reducido drásticamente, pero no sabe si puede hacer algo porque no es titular del contrato de alquiler. «Nosotros hemos estudiado a fondo como se ha hecho la ley pero su aplicación práctica no la hemos podido ver todavía», señala Josep, así que propone ir viendo cómo se resuelven otros casos e intentar negociar con la propietaria.
Lucía, que es la que tiene más años de asambleas de la PAH a sus espaldas, recuerda que la dinámica es la misma de las asambleas presenciales: «la idea es poder encontrarnos cada lunes aquí, y la idea es que los pasos que vayáis dando durante la semana nos los podáis ir comentando, y dentro de lo posible que no os desconectéis, porque es una manera de ir acompañando y que no os sintáis solas. Y justamente vuestra experiencia es super importante para las próximas personas que vendrán».
A Dani se le han pasado rápido los nervios por si iría bien o no la asamblea. Como en el contexto de conexiones virtuales imperante en estos días siempre falla algo, la última intervención en la asamblea se queda a medias. La persona que había pedido turno se desconecta justo cuando empieza a hablar. «Se habrá quedado sin batería», especulan algunas tras un momento de silencio. Hay una pequeña espera y no se reincorpora, pero es una habitual y confían en poder responderle en otro momento, o el próximo lunes. «No estáis solas, que la PAH aunque no podamos estar presencialmente los lunes, vamos a seguir ahí», anima Dani. La gente se va despidiendo y alguien grita un «¡Sí se puede!». Cuando ya casi todo el mundo se ha desconectado, una persona le pregunta a otra una última duda sobre su caso y se quedan hablando como podría pasar mientras se recogen las sillas en el local de Hostafrancs. La conclusión, sin embargo, es que lo mejor será plantearlo en la asamblea de la semana que viene para intentar encontrar respuesta entre todas.